lunes, 5 de diciembre de 2011

Que revivan a todos los muertos.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Extroscopía 100

Puede ser un manto de estrellas, pueden ser 3 cúpulas doradas.
Puede ser un monte en primavera o un cielo azotado por nubes pálidas.
Puede ser una noche cualquiera o puede ser un funeral a plena luz del día.
Puede ser el intento desesperado o puede ser que quiera disimular un poco.
Puede ser un terremoto en Inglaterra o puede ser un chasquido de mis dedos.
Puede ser un episodio placentero o puede ser una pesadilla traicionera.
Puede ser que el sol se caiga entero o puede ser que un gato lo desinfle.
Puede ser una sobredosis de escalofríos o una ingesta masiva de huesos finos.
Puede ser que vuelva muda ahora mismo o que me comunique con gritos sordos.
Puede ser que no quiera amar a mis padres y que quiera matarlos en secreto.
Puede ser que quiebre dos vasos o que me lance con la soga al cuello al vacío.
Puede ser que se estrelle mi cuerpo contra el cemento o puede que salga volando y me pierda, desaparezca y me extinga.
Puede ser que jamás haya existido y por ende tampoco estas letras.
Puede ser el final rabioso de un suspiro o el comienzo inerme de otra historia parecida, en la que yo sigo martillando las pulsiones disfrazadas que me provoca el estar en este momento despierta y los crimenes atroces que cometo estando dormida.

martes, 3 de agosto de 2010

Extroscopía 99

Nebulosa mental.
Borrones disparatados que dejan todo mal, desacomodado, desadaptativo.
Irrumpen pensamientos ruidosos cuando más tranquila me siento, es como si esperaran y yo no se de donde vienen.
Es como si durmieran y mi despistado buen humor ocasional los despertara de golpe.
Furiosos arremeten contra mi paz, escadalosos se cuelan por lo orificios de mi inestable aurora boreal.
Contagian.
Se esparcen, afloran y se pegan.
PERSIGUEN
No se alejan, son suceptibles al desbalance.
Son vulnerables a los excesos.
Son parte inequivoca de mi sistema interno de sobrevivencia.
Son armas.

domingo, 1 de agosto de 2010

Extroscopía 98

Parezco un loco, grisaseas pupilas, enegrecidos mis pensamientos.
Soy como un hombre que no existe, que deambula, que desaparece sin darse cuenta.
No siento mis manos, a veces tampoco las veo.
Me instalo en diversos cuerpos, traspaso a través de los congelados labios que ahora son mordidos, todo el vaho de mi recuerdo.

Soy un ente triste, entorpecido por mis pasos erráticos.
Viajo con el viento, paseo por las calles desoladas en las mejores horas del día.
Me como al universo, me como a mí mismo. Me arruino de a poco, tengo arrugas en los párpados, el aliento rasposo, los dientes bronceados.

Visitante de estos dedos, pasajero de estas conexiones que permiten el desenlace de mi hitoria mrchita.
Soy un ocupante que a propósito ha traspasado la piel de gallina de quien escribe, soy un interrumpidor de rutinas.
Me he instalado conforme, en este cuerpo congelado. Me he instalado en esta muchacha que obedece sin preguntas, que anota mi dictado, que permite que mi última voluntad acabada sea impresa, ectoplasma derramado en las puntas de los dedos de quien está tras esta pantalla.

miércoles, 28 de julio de 2010

Extroscopía 97

No sé como se empieza algo que no tenga excesos de retórica.
Quizá siempre escriba lo mismo. Uso las mismas palabras, una serie de adjetivos que configuro para dar tintes diferentes (aunque siempre quedan iguales) a mis ganas (excesivas también) de sacar fuera lo que hace ruido por dentro.

Si quiero intentar algo distinto pienso en tus ojos, que me alumbran algunas veces, cuando más perdida me encuentro. Pienso en tu mirada involuntaria, pienso que tu mirada tiene vida propia, independiente de la tuya y que si no existieras seguirían existiendo tus ojos, tus pestañas y tus movimientos reflejos que escapan a las ordenes de tu cerebro.

Si quiero intentar algo distinto pienso en tus manos, que calman mi hipotermia constante, que me provocan espasmos y desfaces de frecuencia cardiaca.
Pienso que tus manos quizá si te obedecen y que por lo tanto, en tus manos está el control de mis viserales sensaciones, esas que tan mal oculto.

Si quiero intentar algo distinto, pienso en el vértigo que me embarga y me enmudece cuando estás cerca.
Quizá tu y yo somos dos conjuntos de malos hábitos. Quizá tu y yo estamos rotos por dentro, y esto he querido decirtelo siempre. Pienso que ambos tenemos esa tendencia a destruir lo que está a nuestro paso, sin querer, pero queriendo. Porque nuestros lados B se comunican en alta sintonía.

Si quiero intentar algo distinto pienso en que por algo nos encontramos, en medio de la nada, en la costa de una cuidad intermitente.
Cierro los ojos y te recuerdo cercano, próximo a mis mejillas. Me invade un miedo extraño, que quizá te invade a ti también.

Si quiero intentar algo distinto pienso en tí. En tu aura de misterio, de irreconocible silencio ahogado, en el ímpetu de tus palabras, en tu subjetividad extrapolada y derramada a través de tus gestos.

Si quiero intentar algo distinto, pienso en tus esporas, que me intoxican y me hacen adicta.

Quizá sospeches algo, quizá algo dentro de tí te de indicios vagos del ser que soy cuando se apagan las apariencias, quizás te asuste la fragilidad de nuestras emociones, la inestabilidad de nuestro ánimo. Me gusta decir nuestro, nuestra, y no sentirme tan abandonada, tan a la deriva de mis cuestionamientos malditos.

Por eso, siempre con un poco de verguenza, te pido, siempre con total franqueza, que en la medida de lo posible no me dejes sola.
Por eso, siempre con un poco de miedo, te pido, siempre con total franquza, que si un día despiertas y sientes ganas de destruirme, lo hagas.
Pero que si aun no he despertado en ti ese sentimiento de destrucción y asesinato, mantenlo dormido, mantenlo drogado, mantenlo a oscuras, mantenlo maniatado.

Extroscopía 96

Invoco nubes drogadas.
Desde el humo que sale por mi boca, hasta el parpadeo largo e intenso que me conecta con el invierno robado presente.
Invoco el miedo, el sentimiento imperecedero y pusilánime del que soy constantemente víctima.
Desde la punta de mis dedos hasta el latido expresado en sangre, al costado de mi cuello tibio.
Invoco la sonrisa, los dientes gruñiendo, la tensa quijada.
Desde los pasos callejeros friolentos hasta mis mejillas congeladas cortando el viento.
Invoco la tentación vengativa, el entumecido mounstruo de mis entrañas. Invoco la enajenación disfrutada, la soledad a media luz, la alegría maquiavélica.
Desde la pantalla brillante que tengo en frente hasta el ínfimo corto circuito de mi infantil regreso.

Extroscopía 95

Quiero irme corriendo pero no se donde empezar.
Quiero fracturarme las costillas para escaparme de mí misma.
Tengo claro no ser nadie, tengo claro ser de nada, ser por mientras, ser un rato, un parpadeo, un instante.
Me siento como un grito ahogado, cliché y despreciable.
No se si hay otras maneras de describir el sonido quebrajeante de mi interior.

Quizás si creyera más. Quizás si tuviera más amigos. Quizás si no me costara tanto sonreir. Quizás si no me hundiera tanto en los puntos ciegos que se me incrustan en la piel...

Floto por mientras.
Como un espectro en un bosque.
Rozo las ramas asperas de los árboles, me rasgo... me reinvento desde el mismo caos, desde donde habitan los fantasmas y las malas intenciones. desde donde habitan mis traicioneras ganas de desaparecer por completo, en tiempo indefinido, al unísono con una explosión sorda.