miércoles, 27 de enero de 2010

Extroscopía 38

Es un suicidio.
Es-un-suicidio.
Es un suicidio hueón!
Deambulo con indiferencia y siendo ignorada, entre todo el humo que nuestras cinco bocas exhalan.
Analizo mis palabras, las dibujo antes de decirlas y aun así me quedo en blanco.
Respondiendo con sonrisas ante los ataques y atacando a quienes buscan sonreir.
Y una vez adentro, me acomodo y me aprieto entre los dos brazos que están pegados a los míos, dejo que a mi cabeza se la lleve el viento y observo el cielo, observo a la Luna calameña que se aparece en las alturas a las seis de la tarde, de frente al sol, como si esperase un respuesta, como si esperase una reacción. Como si de una pelea se tratara. Me asusto con gusto al saberme vulnerable a cualquier accidente, me asusto con gusto al saber que mi vida está en manos del conductor, un conductor borracho y drogado que esquiva perros, hoyos y mujeres.
Amo al conductor, que me lleva derecho a la muerte, que me mira através del retrovisor y clava sus ojos rojos en los míos.
Amo sus insultos y la manera en que nos está matando.
Reimos con euforia al atravesar el desierto en esas cuatro ruedas invisibles al ojo organizado que nos quiere encerrar.
Es un suicidio. Lo se. Me agrada. Me quiero morir con ellos, ebria y volando, olvidando sus voces y recurriendo a sus miradas.
Son ellos cuatro y yo. Cuatro hombres y yo.
Somos cinco hombres, porque con ellos dejo de ser yo para ser parte de los jugos gástricos que transforman el paisaje en psicodelia.

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