Espera, ¿qué fué eso?
Un grito torturado al otro lado de la calle.
Dos mujeres. Dos gatos. Dos peleas. Dos eternos momentos en el aquí, en el ¡ahora!...
Cuatro piernas fracturadas, cuatro ojos chorreando lágrimones negros, dos faldas cortadas por el viento.
Las sigo, lo intento, se me adelantan...
Las alcanzo... me río... ¡están escupiendo a la virgen en la misma mejilla que yo!
... Y ¿qué fue lo que me sacó de la cama de un salto?
Ah, ese grito desgarrado, como de realidad virtual interrumpida, como de azote en el suelo, como de extinción del efecto de algún sedante.
¡Malvenida realidad!
He vuelto a escuchar aquellos pasos en el pasillo... ¿serán aquellas dos mujeres que me han seguido?
¿Habrán sido capaces las malditas?
¡Mañana! Mañana mismo quitaré esa estúpida virgen de la capilla de enfrente y nadie tendrá una mejilla que escupir y nadie gritará por las noches y nadie me hará salir de mi cama, convertida en un zombie, persiguiendo mujeres por gusto.
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