jueves, 10 de diciembre de 2009

Extroscopía 34

Sufro de alucinaciones hipnagógicas, me lo han dicho hace años, hombres y mujeres de batas blancas, doctores y doctoras, expertos y expertas.
Mi mente ha creado un demonio, me dice mi abuela.
Me asustan más de lo que estoy...

El pasar del tiempo me tiene enferma.
El miedo a que se quede estático me angustia más.
No sé que hacer ni a donde ir, me he visto vagando por sitios desconocidos, vícitma de mis arranques irracionales de desesperación e imperante movilidad.
El mundo gira muy rápido, veo una luz azul eléctrico al final de tunel, experimento desmayos nocturnos y estoy aburrida del susurro que oigo por las noches. En mi oído, en mi nuca, en mi espalda.
Alucino y a veces tengo miedo.
Alucino cuando no me puedo mover antes de dormir. Y odio mi cuerpo por entregarse al descanso antes que mi mente. Y odio a mi cerebro por funcionar a tajo abierto y dejarme indefensa y vulnerable al ataque de todos esos seres que me han acompañado desde siempre.

Y pienso en el futuro, en unos diez años más y no puedo verme haciendo otra cosa, que durmiendo con miedo, con el terror y costumbre de sentir esa presencia extraña tumbada en mi cama noche tras noche.
Pero ya me acostumbré vida mía, enfermedad fiel compañera, he de besar en la boca a aquella presencia maligna, he de entregarme a los oscuros y perturbados pasillos de mi propia condición.












Me rindo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario